jueves, 12 de noviembre de 2015

Mi vida

No sé ni cuántas veces habré reescrito esta entrada al blog... he borrado cosas que no me apetecía compartir... aún así he dejado otras que, aunque dolorosas, espero que ayuden a que se comprenda todo lo que rodea al sobrepeso. Y todo con una nota de humor para reducir "el dramatismo" que a veces me acompaña cuando cuento mi "vida gordinflona"...

Nací midiendo 52 centímetros y pesando 3.350kg.; ya era una señal de que iba a ser grandullona.


Aquí tendría unos 6 meses

Hasta los 3-4 años fui una niña "apretadita" como decimos en mi casa, no tenía sobrepeso pero tampoco era delgada.



5 años
Creo que fue a partir de los 4-5 cuando engordé y tuve que ir a un endocrino para poder combatir el sobrepeso que padecía. Fue mi primer contacto con las dietas y con la gordura.

Empecé a sentirme mal conmigo misma con esa edad y creo que nunca he dejado de hacerlo; de hecho, no recuerdo haberme sentido bien con mi cuerpo nunca. Siempre me sentí "inmensa"; como encima era alta (bastante más que mis compañeros de clase) pues esa sensación de "ser enorme" siempre existió y con la gordura empeoró...

Me vienen a la cabeza, mientras escribo todo esto, recuerdos fugaces que quizás fueron el inicio de todo,  o quizás fueron pequeños detalles que me permitieron ir "atando los pequeños cabos" en mi cabeza sobre "la tragedia" que ha sido la gordura en mi vida; por ejemplo, en una obra de teatro que preparábamos para el día de Canarias en el cole, cada uno debía hacer de una isla, otro de los vientos alisios, del sol, del mar, etc. Para mí la profesora eligió el papel de la isla de Gran Canaria y, como orgullosa canariona que soy, ¡acepté sin pensarlo! pero la felicidad me duró hasta que la profe me dijo: "la isla redondita..." y en mi cabeza terminé la frase "para la niña regordita...". Otro ejemplo anterior a ese, en ballet, con unos 3-4 años, a final de curso hacíamos siempre una obra que ensayábamos durante meses; la de ese año iba sobre un baúl de juguetes: estaba el soldadito de plomo, la muñequita,... y a mí me tocó hacer de pelota, ¡de pelota! Redondita también...

Recuerdo un día en clase de gimnasia, el profesor había traído una pesa y había dicho que debíamos medirnos todos. Todos nos sentamos apoyados en la pared alrededor del porche en el que solíamos jugar, y cada uno se levantaba cuando era llamado por el profesor, por orden alfabético, para pesarse y medirse. Recuerdo temer el momento en el que llegara mi turno (me apellido Martín así que estaba a mitad de lista) y recuerdo que temblaba cuando me tocó levantarme porque iba a pesarme ¡delante de todo el mundo! El profesor, me imagino que viendo mi cara de sufrimiento, me dejó para el final y me apartó de la mirada curiosa de todos para pesarme aislada y más tranquila... Y sé que me evitó burlas y que, sin duda, alivió mi sufrimiento... pero dejó patente que "mi inmensidad" era real.

(¡Que me desvío del tema!...) Con el endocrino al que fui adelgacé bastante. Recuerdo ir a su consulta y atender muy bien a sus consejos y seguir al pie de la letra sus indicaciones... Recuerdo el día en el que me dio permiso para comer comida china jajajaja (recuerdos gordunos también =P ).


Aquí tenía unos 7-8 años
En esa época empecé a ir a la piscina; entrenaba cada día con el club de natación en el que estuve hasta los 12 años.Y, como siempre: cuidar la alimentación + ejercitar el cuerpo = conseguir un peso normal. Nunca fui flaca, pero estaba cerca y, lo más importante, sí que estaba sana.

Después empecé en el equipo de baloncesto. Estuve un par de años y, aunque nos daban caña, entrenaba menos días a la semana y recuperé un poco de peso. Además, aquí empezaron las salidas con las amigas (bocatas, papas, etc.) y empecé a descuidar la alimentación (aunque en casa siempre se ha comido bien).

Recuerdo en los partidos de baloncesto, sentarme en el suelo y, del sudor, dejar la marca del culillo marcada y morirme de la vergüenza por "esa marca enorme"... Por supuesto, me tocaba hacer de pívot (por si lo dudaban...).

El equipo se disolvió y empecé a deambular de una actividad a otra: baile, aeróbic, máquinas en el gimnasio,..., y cogí más kilitos... Fui a una nutricionista cuando estaba en el instituto pero no duré mucho y no recuerdo sinceramente si conseguí resultados...

Siguiendo con los "recuerdos gordunos", en los primeros cursos del instituto recuerdo ir siempre con 2 sudaderas a clase: una ancha que llevaba puesta (¡no se me fueran a notar las chichas!) y otra atada a la cintura para taparme el culo. Lo llaman obsesión...

Recuerdo que la última vez que fui a la playa en grupo fue en 4º de la ESO; hicimos una excursión a hacer surf y demás... y yo me moría de la vergüenza; es más, me bañé con un panti puesto. Con respecto a excursiones acuáticas (por eso de que entre menos ropa más evidente es el cuerpo y más vergüenza da...) recuerdo que en el cole fuimos a "aquasur" un parque acuático en el sur de la isla... y me acuerdo de sentir muchísima vergüenza y de sentirme súper inhibida... ¡¡¡desde el colegio!!!

Recuerdo sentirme feísima y gordísima cada vez que salía con mis amigas; sentía que ellas siempre iban súper lindas con tops, pantalones cortos, minifaldas,... y eso yo ¡no me lo podía poner ni en broma!

Recuerdo que, en una de las veces que íbamos a la discoteca para niños del pueblo (que era hasta las 10 o 11 de la noche), unos chicos se rieron de mí mientras yo bailaba (feliz yo, dándolo todo...) y una amiga vino y me dijo al oído: ¡se están riendo de tu culo! y creo que desde ese día no he vuelto a bailar dándolo todo en público por vergüenza, y porque creo que no soportaría sufrir de nuevo esa humillación... Porque una cosa es intuir que se ríen y otra es tener la evidencia aplastante en tu cara.

Volviendo al tema de mis amigas y la ropa... creo que pocas veces llegué a ir de compras con ellas para comprarme algo yo (a ellas sí las acompañaba). No podía aguantar la vergüenza que me daba probarme algo en una tienda cualquiera y que NADA me sirviera. Y me daba vergüenza porque mis amigas siempre han sido más bajitas, menuditas, con cuerpitos envidiables... y yo era la diferente, la grandullona...

Mi madre se convirtió en mi personal shopper particular e íbamos ella y yo solas a tiendas específicas que traían tallas más grandes (que hoy en día es más fácil, pero antes, encontrar un pantalón de la 44 ¡era un dilema! ¡¡¡ya no te digo de la 56!!!). No sé ni cuántos nervios, cuántos enfados o cuántos lágrimas mías habrán visto los probadores...

Odiaba entrar en una tienda, preguntar a la dependienta si me podía dejar mi talla, verla cómo me miraba de arriba a abajo (con cara de asco-asombro o algo similar) y escuchar su respuesta: la talla más grande no creo que te sirva... Al final acabé optando por entrar a las tiendas de ropa y preguntar directamente: "¿tienes algo que me pueda servir a mí?" Pronto aprendí a completar la frase con: "...y que no parezca de señora mayor por favor..." Elegir lo menos feo de entre las 4 prendas que podían servirme era el remate final a la depresión que suponía probarme media tienda y que nada me sirviera o casi todo me apretara o no me gustara nada como me quedaba...

Después llegó la hora de irme a la universidad y ahí empezaron mis 6 años de actividad física nula y de comida basura abundante. En 2010 intenté ponerle remedio a la situación y fui a una endocrina. Un amor de mujer que me motivaba muchísimo y con la que conseguí bajar, con dieta y mesoterapia, en 6 meses 22 kg.

En Noviembre de 2010 (21 años)                                                             En Abril de 2011 (22 años)

Después cometí uno de los mayores errores de mi vida: confiarme y "dejarme ir"... Y volví a engordar esos 22 kg y unos 15 más de regalo... Hasta llegar al peso al que llegué antes de empezar este reto.

Antes de el reto.
Agosto 2014 (25 años).
Y esta es la historia de mi vida, de mi gordura hasta antes de empezar a escribir este blog.

Me salto las depresiones (aunque ya se entreven a lo largo del blog), las dietas absurdas en las que alguna vez puse todas mis esperanzas (por ejemplo: comer sólo cocacola light y quesitos del caserio; o no comer nada a partir de las 5 de la tarde; etc.); me salto los problemas a la hora de encontrar ropa, mis llantos en los probadores y mi desgana en cada acontecimiento importante en el que no lograba sentirme cómoda y mucho menos guapa; también voy a obviar todos esos momentos en los que mi gordura ha supuesto una barrera de mí hacia el mundo y también a todas esas personas que, no sólo no han sido capaces de ver más allá de una apariencia, sino que me han ofendido, me han juzgado o se han burlado de mi sin piedad o sin ni quiera pensarlo...

Y me lo salto todo porque lo único que importa es que estoy aquí y que he debido pasar por todo eso para tener el camino que debo seguir bien delimitado, para tener la meta clara y el cuerpo y la mente dispuestas a ir a por todas... aunque me cueste... aunque me hunda... aunque me quiera dar por vencida... y aunque a veces los recuerdos sean las mayores trampas que encuentro en este camino hacia mi meta...

Y es que, después de recordar toda mi historia gorduna sólo siento rabia e impotencia... porque me encantaría ir hacia atrás, encontrarme con esa niña de 6 años que empezaba a sentirse inmensa (en comparación a sus compañeras-amigas más bajitas y de constitución más estrechita) y abrirle los ojos...  encontrarme con esa adolescente de 13-14 años y explicarle que no tenía que avergonzarse de sus (prematuras) curvas. Hablar con esa universitaria de 19 y decirle: ponte a tope ahora que estás a tiempo... Pero, por desgracia, sólo puedo decirle a mi yo de ahora: "venga nena, lucha un poco más, que lo estás consiguiendo... hazlo por ti, por acabar ya con toda una vida de sufrimiento, por devolverle la autoestima a esa adolescente que fuiste y porque mereces sentirte bien contigo misma de una vez por todas"...

Así que aquí sigo... en mi #noséyanicuántosvanya intento... espero que sea el definitivo =) aunque estoy convencida de que, aunque consiga alcanzar un peso saludable, ésta será una lucha continua toda mi vida... sólo espero asimilar el cambio de hábitos y conseguir que sea más llevadero y que me haga a mí ser más feliz en mi día a día... ojalá por cada kilo que "se vaya" vuelva a mi un poco de autoestima, de seguridad en mí misma y de amor propio... ESA es mi meta.


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