Me he
dado cuenta de que el popular refrán "ojos que no ven, corazón que no
siente" ha sido una constante en mi vida.
Yo sé
que es difícil creerlo, pero hasta que no empecé el reto y empecé a perder peso
y volumen no llegué a ser consciente de verdad del peso que había alcanzado. Y
es que llegó un punto en mi vida en el que prefería no ver, no verme. Yo creo
que dejé hasta de mirarme en el espejo, si estaba desnuda ni me fijaba y, si lo
hacía, era lo menos posible para no darme cuenta de lo evidente.
Vestía
con prendas flojas y elásticas para que nada apretara (si no me quedaba pequeña
la ropa significaba que todo andaba bien...); rechazabas planes para salir con
tal de no tener que arreglarme,. etc. Mi vida
empezó a girar entorno a la comida y cada vez era más pasiva, más
conformista,... y, por qué no decirlo: más desdichada.
Hace años me pasó lo mismo y estaba más o menos en el mismo punto que cuando empecé este reto... Un día vi a una conocida de mi residencias de estudiantes a la que hacía tiempo que no veía
y me quedé impresionada. Ella siempre había sido bonita y una dulzura de niña
pero, como a mí, le sobraban unos kilos. Cuando la vi estaba radiante: había
adelgazado un montón y me dije: ¡Yo también quiero conseguirlo! Le pregunté qué
había hecho, cómo le había ido y me decidí. Acudí a la endocrina que me había
recomendado e hice todo el tratamiento oportuno. Adelgacé 22 kg y me sentía
genial. Así que empecé a confiarme. Pero ya había aprendido a fijarme en mí así
que era consciente de que descuidar la alimentación traía consecuencias - quizás no era tan consciente como lo soy ahora - ... En
aquel entonces adelgacé sólo con dietas y con tratamientos de mesoterapia. En verano de aquel año subí peso así que, para no quedarme
"avergonzada" delante de la endocrina por haber "fracasado", anulé mi cita y la pospuse para más adelante... Así una y otra vez... por
miedo... y no por miedo a la médico (al contrario, ella era un amor de
persona) sino por miedo a mí misma - aunque en ese momento no hubiera aceptado que
ésta era la verdadera razón- : temía fracasar y por ese miedo volví al inicio: a
dejar de atenderme, a dejar de fijarme y a dejar de esforzarme... Volví a
taparme los ojos para no ver aquello que no me gustaba... y volví a
engordar...
Engordé
esos 22 kg que tanto me costó bajar y 15 más. Estuve casi 5 años de nuevo
perdida. Por momentos me hacía consciente de que "me había dejado ir" pero dolía tanto no gustarme y
sentirme idiota por haber retrocedido que era incapaz de reconocer mi error y
volver a empezar.
Volver
a empezar asusta. Una vez leí una frase que decía: "Si estás cansado de
volver a empezar, entonces nunca te rindas". Y decidí replantearme las
cosas. No fue fácil. Asumir que has sido derrotada o, mejor dicho, asumir que
te dejaste derrotar implica un cabreo importante con una misma; pero ese cabreo
debe ser reafirmante y no demoledor. Me explico: debe ser un cabreo que te
ayude a volver a luchar y no un enfado que te hunda aún más en tu miseria.
Me
costó volver al camino. Estuve alrededor de medio año concienciándome y
preparándome. Haciendo ejercicio poco a poco. "Deshabituándome" a
tener caprichos y antojos con la comida. No es fácil. Siempre he dicho que para
mí la comida es una especie de droga, que la asocio a demasiadas cosas y es mi
cura para la ansiedad y la tristeza y también mi recompensa en los momentos
felices. Hay que desaprender muchas cosas, establecer nuevas asociaciones más
sanas. Es mucho más que dejar de atiborrarse y ponerse a correr. Mucho más. Y quien no lo entienda es que tiene la suerte de no haberse tenido que enfrentar a un problema de sobrepeso en su vida.
El
siguiente capítulo de la historia ya lo saben por este blog: empezó 2015 y
mi principal objetivo fue recuperarme a mí misma. Le di duro al ejercicio y me
puse inflexible con la dieta. Adelgacé. Sí. Perdí 25 kg pero seguía sin
encontrarme a mí misma. No entendía qué me pasaba. Hubieron meses flojos. Meses
sin resultados. Me sentía estancada, deprimida, desilusionada. Perdí las fuerzas...
En
diciembre subí peso, unos 4 kg. Entre enero y febrero los conseguí bajar y
volví a estar en los -25 kg (controlando las comidas simplemente porque a penas he
ido a entrenar en lo que llevamos de año). Después en marzo tuve una semana de
vacaciones y engordé otros 3 kg.; no me había recuperado aún y tuve una escapada de
fin de semana en abril en el que volví a subir 2 kg más... Y aquí estoy ahora,
acabando el mes de abril con mis -22 kg menos. Y la casualidad hace que no pueda evitar acordarme una y
otra vez de lo que contaba al principio: cuando bajé los 22 kg y después me dejé
ir y perdí todo lo que había conseguido. Y me da miedo.
Los
pensamientos pueden ser nuestros peores enemigos. Sé que es ilógico pensar que
"hace 6 años bajé 22 kg y volví a cogerlos; entonces ahora que he bajado justo ese peso seguramente me volverá a pasar y volveré a fracasar". No tiene lógica
y, sin embargo, mi mente lo acepta con total coherencia y yo lo sufro...
Pero me repito una y otra vez que no debe ser así, que esta vez no será
igual, que es el miedo el que me hace pasar por esa situación y que debo hacer que
la ilusión y las ganas pesen más que los kilos que me torturan...
Y esa
es la razón por la que estoy ausente. Estoy tratando de volver a encontrarme,
de volver a coger fuerzas como hice en esos 6 meses previos a empezar este
reto. No me he rendido y sé que cuando retome el reto será cuestión de eso: de
retomarlo y no de volver a empezar. Porque no estoy en el mismo punto de
partida, estoy varias casillas más adelante. Esta vez no voy a mirar para otro
lado, voy a estar centrada en mí. Y lo conseguiré (como siempre digo) tarde o temprano. Lo sé. Lo necesito.
Esta vez sí quiero verme y quiero que mi corazón sienta que sigo luchando.